Como toda banda con una carrera longeva, La Tabaré se encuentra en pleno proceso de revalorización y reafirmación de su propuesta artística. Y este proceso derivó en un nuevo espectáculo, que se da a conocer como “Fugas Disociativas”.
Como si de un diálogo entre dos mitades de la misma persona se tratara, la banda estará presentándolo en los escenarios del Teatro Solís y de la Sala Zitarrosa de manera casi consecutiva, los días 28 de abril y 5 de mayo.
Sobre estos nuevos conciertos y la relevancia que la banda ha logrado sostener en el tiempo, conversamos con Tabaré Rivero – el fundador y principal artífice del grupo desde su incepción misma, hace ya más de 30 años.
–“Resistencia cultural en una época oscura”. Así es como el artista gráfico Rocambole define a la música de Los Redondos. Y pienso que esa frase se aplica también a la Tabaré. Pero claro, en 30 años cambiaron muchas cosas. Y hoy en día me pregunto, ¿la resistencia cultural desde dónde se articula, y ante qué se posiciona?
–Es una pregunta interesante… todo ha cambiado tanto que hay que plantearse eso prácticamente todo los días. Si bien empecé haciendo teatro en la dictadura y teníamos muy claro desde dónde y ante quién, las cosas han ido variando. Creo que la posibilidad de ofrecer cultura –o mejor dicho, una contracultura– implica darle a la gente otra herramienta de elección. Así que esa es la perspectiva, nos ponemos del lado libertario. Y a mí me gusta mucho exagerar con la libertad, si se quiere, y tratar de mostrarle a la gente que tiene ganas de indagar o hurgar en la cultura que hay otras posibilidades de las que los medios de comunicación te obligan a escoger.
Ahora, el desde dónde y para quién… es verdaderamente complejo. Estamos en constante cambio, y por eso es que ha cambiado tanto la banda también. Un día se canta para el marginado, otro día para el intelectual aburrido, otro día se canta para el que no tiene nada que ver ni con el marginado ni con el intelectual aburrido…
–Y muy en el fondo (o quizá no tanto) uno sabe que todo tiene que ver con todo…
–Claro, todo tiene que ver con todo de alguna manera. Pero no hay un enemigo común, evidentemente. O mejor dicho, hay varios enemigos en común.
–Y como toda banda que tiene una cierta continuidad, La Tabaré hoy en día está en esa clase de instancia en la que evalúa y reafirma su identidad. Y ahora justamente tienen una nueva presentación que se plantea como dos shows distintos (“Fugas Disociativas”), y lo veo como una forma de repensar la identidad del grupo en una época donde hay canciones como “Aquel Cuplé”, que llevan implícitas el mensaje de que quizá la banda ya pueda haber cumplido su cometido.
–Mirá, hay gente que después del toque en el Teatro Solís el año pasado llegó a decirme “te estás despidiendo, ¿no?”. Incluso me lo dijeron con un poco de preocupación, como pensando que yo estaba enfermo. Y les dije que no.
Yo ya cumplí con muchas cosas de mis sueños. No sé si con las expectativas del público, pero sí con las que yo tenía, y con las que me imaginaba que podía llegar a tener dentro del ambiente artístico. Pero igual me siento con ganas de seguir constantemente haciendo cosas.
–¿Sentís que las expectativas que puede tener un público a veces conspiran contra el hecho mismo de presentarse en vivo? ¿Sentís el peso de lo que la banda es (o lo que representa para algunas personas) al pisar el escenario?
–Sí, lo siento a veces. Cuando uno se hace un poquito más conocido de lo que uno esperaba, ya las cosas cambian sobremanera. Yo antes escribía para mí, y siempre defendía esa postura de que uno compone para sí mismo, y si al público le gusta bien, y si al público no le gusta mala suerte. Que es una manera un poco egoísta de verlo, pero lo que trato de decir con esto es que yo no trato de componer éxitos.
Pero por otro lado, eso no es del todo cierto, en el sentido de que a mí me gusta que el público vaya a mis conciertos. Es como una especie de doble discurso. Y además, en determinado momento ya no compongo para mí, porque al expresarme pienso en no repetir lo que ya he dicho. Y antes, cuando componía para mí no me importaba eso. Ahora no, ahora soy consciente si me repito al escribir un verso.
Y es entonces que uno a veces tiene ese discurso de decir “a mí no me interesa nada la gente”, pero resulta que uno también se preocupa ya no por ser exitoso, sino porque la gente vaya y vea lo que hace y diga “che, esto es un disparate”. Así que a esta altura, nos preocupa el público. No es decir “bueno, metemos esto con lo otro, hacemos esto y aquello y al que no le gusta que se joda” cuando pensamos en un concierto. No, no es así.
Hoy se da una búsqueda de la cual surgen cosas que son interesantes, como por ejemplo lo que pasó con este título de “Fugas Disociativas”. Fue una idea de nuestro manager (Matías), que también es un amigo nuestro. Dijo, “tenemos que pensar en algún título”, y le digo “bueno, pensá algo”. Y se le ocurrió “Fugas Disociativas”. Y después empezamos a armar un espectáculo a partir de eso.
Pero al ir ensayando las canciones, el espectáculo se nos fue de las manos. Y de pronto nos encontramos con que el título no tenía nada que ver con lo que estábamos preparando. ¡Y justo hubo un paro de ADEOM cuando íbamos a presentarlo hace como quince días, y ese paro nos ayudó un poquito para que el espectáculo tenga algo más que ver con el título! [risas]
Yo vivo en discusión conmigo mismo, indudablemente. El otro día justo me preguntaban por qué vuelvo al rock. Yo, que durante muchos años luché para que no me gustara el rock hoy tengo que reconocer que es lo que más me gusta. Fue la música que me pasé toda la vida escuchando. Lo que pasa es que soy muy selectivo, y en una época hice un cierto esfuerzo y dije “basta ya de rock, hay que hacer milonga porque es la música que nos representa”. Pero después entendí que una cosa no quita la otra, y no puedo alejarme del rock definitivamente.
–Y justo ahora tienen dos conciertos prácticamente consecutivos, casi como un yo y otro yo en dialogo. Y son escenarios significativos para ustedes, además – el Teatro Solís es donde te graduaste de la EMAD, y La Tabaré como banda debe ser el artista que más veces se presentó en la Sala Zitarrosa. El único otro artista que quizá pueda tener un número comparable de presentaciones es Popo Romano, que ha tocado todos los años en la Sala desde su inauguración.
Ahora, a nivel conceptual: ¿cómo se valen de los dos escenarios? ¿Qué línea van a seguir para aprovechar las características de cada uno?
–Vamos a tratar de diferenciar bien cada concierto. En primera instancia habíamos pensado hacer un acústico en el Solís y un eléctrico en la Zitarrosa. Pero después nos dimos cuenta que el Solís es un lugar para hacer una música completamente eléctrica. Además tuve la posibilidad de ver varias bandas en el Solís haciendo música eléctrica, y suena precioso. Y creo que el escenario del Solís es más grandilocuente, es más acorde con el título del espectáculo. Pero lo que vamos a hacer es tratar de dividirlo en capítulos. Va a trabajar con nosotros Federico Guerra, que es un actor del Teatro Galpón y un dramaturgo, y escribió unos textos con respecto a las fugas disociativas, que son los capítulos “Uno” y “Dos”.
Ahora, en cuanto a lo musical probablemente sea un poco más eléctrico lo de la Zitarrosa, pero también vamos a hacer un toque eléctrico en el Solís. No vamos a hacer un acústico en el Solís como pensamos en un principio. Creo que lo que vamos a intentar en el Solís es hacer esos temas que no hacemos frecuentemente. No vamos a hacer esos temas que son los más pedidos por la gente, hay un repertorio de unas diez canciones que las tocamos siempre, y –no sé si conviene decirlo– ¡esas canciones no van a estar en el Solís! [risas]
También van a haber invitados, pero no muchos. No va a ser como lo que hicimos en el Teatro de Verano, que era una fiesta. Pero van a haber un par de invitados que no pudieron estar entonces.
–¿Qué es lo primero que te viene a la mente cuando repasás tu carrera, y ves la clase de escenarios en los que tu música es de recibo ahora?
–Nosotros en la época de la dictadura tocábamos en un garaje con las puertas cerradas. Tocábamos nuestras canciones, un pintor hacía sus pinturas y un poeta recitaba sus textos. Y éramos nosotros mismos como público, más unas treinta personas amontonadas en el piso. Era muy hippie aquello, pero era la manera. Fueron épocas oscuras realmente… me acuerdo que cuando cumplí 18 años me pasé corriendo de la Cinemateca de la Asociación Cristiana a la Cinemateca de AEBU, viendo películas de Bergman. Tenía 18 años, son películas que las veo aún hoy y me cuesta entenderlas y seguirles el hilo. Así que fíjate lo que tenía que hacer para entender un poco el mundo. En vez de festejar con mis amigos y estar borracho en un bar, tenía que ver películas de Bergman solo, para escaparme un poco de todo lo demás que pasaba.
Yo me sentía más o menos protegido haciendo eso, porque odiaba el liceo y toda la prepotencia que había, y los libros que nos obligaban a leer, como “El Mío Cid”. Yo sabía que estaban pasando cosas terribles, y no iba a sentarme a leer eso.
–¿Dirías que la banda es un estandarte o baluarte para mucha gente en la actualidad?
–Yo creo que para algunos sí lo es.
–¿Fue algo que alguna vez buscaste?
–Tal vez lo soñaba, pero no me gusta reconocerlo. Trato de tener mucho cuidado con eso, porque ser un baluarte como decís vos es algo medio peligroso. El otro día un botija se tatuó mi cara en la pierna, y eso es una responsabilidad. Imaginate que yo mañana hago cualquier cosa y al tipo no le gusta (y tiene todo el derecho del mundo de que no le guste), y él me tiene tatuado… No soy un jugador de fútbol, que no importa lo que digo. Soy alguien que escribe letras, y digo cosas entre canción y canción, y doy entrevistas… y capaz en algún momento me equivoco. O sea, va más allá de estar o no de acuerdo. Puedo equivocarme.
–La cuestión es tan simple como el hecho de que buscar mesías en el arte es desprestigiar la creación de esa persona.
–Claro, claro. Mis letras (a diferencia de las de Los Redondos, por ejemplo) son siempre muy directas, y estoy dando opiniones. Sin embargo también me gusta dejar partes en las letras para que la gente diga, “Che, esta parte no la entendí”. Y justamente, cuando es un cachito así que no se entiende creo que no hay ningún problema. Es para que el oyente le de vuelta la cuestión.
En una época, no componía canciones. Componía venganzas. Me sacaba mucha rabia de encima. Me calentaba contra la maestra que me había dado clases en el tercer año de la EMAD, y hacía una canción en contra de los actores. Pero en un momento ya no es así, porque estás llegando a otra gente.
–¿Hay algo que te queda pendiente hasta el día de hoy a nivel de carrera?
–A mí me gusta seguir grabando, y me voy a sentir muy cómodo si sigo haciéndolo. Me gusta mucho actuar en vivo, no hay duda. Pero eso es porque me divierte. Ahora, respecto a tu pregunta de algo que pueda tener pendiente, a mí me gustaría tener una discografía amplia. No me gusta mucho esto de los compilados, pero lo entiendo desde el punto de vista del sello. Ya tenemos tres compilaciones, y si bien incluyen temas inéditos y otros regrabados, a mí lo que me gusta es grabar, y que queden nuevos discos.
–¿Hay un nuevo disco de La Tabaré en el futuro cercano?
–Sí, lo habíamos empezado a ensayar, pero hicimos una pausa por estas “Fugas Disociativas”. No tiene nombre ni nada, pero las canciones ya están. Es un nuevo disco, y nos gustaría editarlo antes de fin de año.
–La última pregunta, Tabaré… ¿sigue siendo rock?
–Y sí. En un momento de mi vida, dije que no era más rock. Pero sigue siendo rock, como te decía hace un rato me vivo peleando conmigo mismo, ¡y sigue siendo rock! [Risas] Yo soy mi peor enemigo, conspiro contra mí mismo y me hago trampas y zancadillas. Pero cada vez que me hago trampas y zancadillas, es de verdad. No es que estoy inventando una manera de convencer a la gente. Yo creo que el rock no fue más, y a los veinte o treinta días creo que el rock sigue siendo. Y mientras haya errores como estos, que están cargados de ideas de por qué el rock no es más y por qué debe seguir siendo, va a seguir siendo rock & roll, pero (como todo) en este momento el rock está bastardeado. Se han bastardeado todos los ritmos musicales que conozco – la salsa, el tango, el folclore… y si nos internamos en la música étnica (que no conozco mucho) no me sorprendería que también esté bastardeada. ¡Hasta la danza árabe debe estarlo! [Risas]
(Fotografía: Natalia Rovira)