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Quisera compartir con ustedes la disertación brindada por Fabián Severo en la presentación de mi libro, “Once”. Fabián es profesor de literatura y escritor. Recientemente ha publicado un libro escrito por sus alumnos titulado “Fruto del desierto”, y un segundo volumen llamado “Huellas de viento en la arena” ha sido completado en estos días.
Le agradezco de corazón que me acompañara en ese día tan importante, y por las palabras que nos brindó a todos.
Este es su blog:
http://yiribibe.blogspot.com
“Es una dicha participar en una presentación de un libro de poemas porque considero que la poesía es, dentro de los géneros literarios, el que más libertad de interpretación brinda al lector. Máximo de emociones, máximo de sentimientos, máximo de ideas, en un mínimo de palabras.
En las instituciones educativas intentaron hacernos creer que el Lenguaje era un instrumento, y nos enseñaron sus funciones. Dice Ivonne Bordelois: “Nos olvidamos de que el lenguaje es ante todo un placer, un placer sagrado; una forma, acaso la más elevada, de amor y de conocimiento”. El lenguaje es un bien gratuito, democrático, solidario y revolucionario. Democrático y gratuito, porque llega a todos de forma gratuita, solidario porque es un lugar de encuentro, lo comparte toda una comunidad y revolucionario porque a través de él, se transgrede la norma y se realizan innovaciones. “Y son los poetas -junto con los niños- los que primero advierten las posibilidades más amplias y secretas del lenguaje y juegan o se dejan jugar con ellas.”
Emilio Pérez Miguel define en un hermoso verso una de las funciones del poeta cuando dice: “…dar vos a lo que otro siente.” Cuando uno lee “Once”, en alguno de sus poemas, de sus versos, de sus citas, encontrará algún sentimiento, alguna reflexión, alguna idea que le pertenece.
Emilio Pérez ha logrado sorprender con este libro, ha logrado transgredir algunas fronteras. Ha modificado la estructura, no hay prólogo, no hay índice, de la introducción pasamos al segundo capítulo y en él nos quedamos, paseando por poemas que cambian de días, que combinan dos títulos, que plantean preguntas que son repuestas, leemos definiciones, conceptos, notas al dorso.
Decían los mayas, en su idioma, que la lengua era un sentido comparable a la vista o al oído, y en los poemas de “Once” estos sentidos se combinan perfectamente, a través de la palabra. Una poesía para mirar y contemplar además de leer. En varios poemas, entre ellos “Paralelo” y “Te apagarás como los cielos”, el poeta dibuja con palabras, formando bellos caligramas.
Uno de los epígrafes dice que el tiempo se repite una y otra vez. Y uno reflexiona sobre esta frase leyendo versos y palabras que se repiten, tal vez, para enfatizar algunos temas. Citaré algunos títulos: “Demasiado demasiado”, “Ella se parece a ella”, “Dos idiotas y un idiota”, “Dos veces dos veces”.
El carácter revolucionario del poeta está en innovar, en lograr expresiones que no se nos ocurrirían. Alguna vez dijo Borges que se debería hacer una antología de buenos versos aislados. He aquí algunos de los versos de “Once” que quisiera guardar en mi memoria.
En el poema “La segunda vez”, el poeta dice “La primera vez que me falles la culpa será tuya, la segunda vez, la culpa será mía”. Y uno queda pensando en las segundas veces, en las oportunidades que hemos dado. En el poema “Él está” dice: “y no soy tan débil porque no soy tan fuerte”, pienso en la moderación, en el riesgo que encierran los extremos. En el poema “Ella me sorprende” dice “y ella si yo quiero me entiende”. El problema es cuando uno no quiere que lo entiendan y nuevamente volvemos a reflexionar sobre el poder de la palabra.
Guardo conmigo la belleza de estos versos: “el silencio es una batalla parecida a un parlamento”, “y cada día es como un mes que no está en el calendario”, “y aunque creo que no creo yo no creo” y “Fabián y Omar siguen la vía que conduce de muertos a viejos”.
Hay una estrofa que creo, define una de las condiciones humanas: “Soy como un arma descargada / que apunta hacia ambos lados / con enemigos que son aliados / en una guerra imaginada”.
Y si el lector se siente perdido entre tantas transgresiones, si cree que la complejidad sobrevuela estos poemas, si no encuentra interpretación para algunas expresiones, escuche al poeta que en el último poema, dice entre sus versos “siempre las cosas son más sencillas”.
Les deseo buen viaje entre las páginas de “Once”. Algunos no encontrarán nada de lo que dije. Muchos verán y sentirán otras emociones. Y en eso radica la maravilla de la poesía, cada lector interpretará “Once” a su manera. Reafirmo lo que escribí en la contratapa. La poesía, si joven, original e innovadora, mucho mejor. “Once” de Emilio Pérez Miguel, cumple estas tres condiciones.”
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